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SINOPSIS DEL ARTÍCULO 

Antonio1Obsesiones puras, una propuesta clínica.

Estudio de caso desde la Terapia Gestalt.

Introducción

Las obsesiones como experiencia banal, son un asunto bastante corriente, en este nivel las llamamos también preocupaciones o rumiaciones. Todos nos hemos encontrado en alguna ocasión excesivamente pendientes de alguna cosa que nos preocupa y que a veces, nos puede tener “atrapados”, dándole vueltas a algún pensamiento, perseguidos o atormentados por él. Ahora bien, este fenómeno puede llegar a hacerse un grave problema cuando no hay forma de pararlo, cuando genera ansiedad o miedo, cuando bloquea o limita nuestra actividad cotidiana. Entonces es cuando lo elevamos a la categoría de trastorno y hablamos de la clínica de la obsesión.

Así, las obsesiones son pensamientos que no se experimentan como algo voluntario, sino que se trata de una “invasión” de ideas, imágenes o impulsos persistentes. Las personas no desean tenerlas, sino que se resisten, quieren destruirlas, tratan de eliminarlas. Normalmente no consiguen deshacerse de ellas, pero, si lo consiguen, al poco vuelven a aparecer, generando en la persona la sensación de que no pueden controlarlas. Además, el contenido de los pensamientos generalmente es irracional, molesto, repugnante, dañino…, suelen ir en contra de la imagen personal o de valores muy importantes para la persona o de sus sentimientos.

A menudo estos pensamientos se acompañan de conductas compulsivas o rituales (a veces son complejas disquisiciones mentales), cuyo objetivo es librar a la persona de los efectos catastróficos que cree anuncian sus pensamientos. En este caso se trata de “obsesiones-compulsiones” (Trastorno Obsesivo Compulsivo, según la denominación DSM). En otros casos, menos frecuentes, no aparecen ni conductas rituales, ni rituales cognitivos, hablamos entonces de “obsesiones puras”.
La necesidad en este último caso, de los pacientes con este problema, es volver a su estado de normalidad, a un modo de vivir en el que los pensamientos no se desboquen de esta manera. Puesto que no aparecen otros síntomas, sus esfuerzos y demandas se dirigen fundamentalmente a parar sus pensamientos, a dejar de pensar en estas cosas.

Pero parar el pensamiento es una tarea difícil y llena de contradicciones. Cualquier maniobra que se intente hacer para “dejar de pensar” está condenada a una secuencia de reacciones paradójicas que, generalmente, acaban por disparar más aún el síntoma. Los pacientes hacen pruebas de control procurando evitar los pensamientos difíciles, vigilando si los tienen o no los tienen, “haciendo fuerza” o resistiéndolos, etc.

Han habido intentos terapéuticos de “controlar” la actividad mental con técnicas de distracción, con técnicas destinadas a posponer las preocupaciones hasta un momento del día y también con técnicas de exposición gradual. Aunque éstas últimas parecen tener mejores resultados, los pacientes sienten todas estas técnicas como grandes esfuerzos a menudo infructuosos y generalmente contraproducentes que les agotan y no les ayudan a mejorar. Las terapias de tercera generación han introducido un elemento novedoso y muy relevante que es la aceptación como punto de partida, una aportación radical, que en mi opinión, lo cambia todo, y coincidente con la posición de terapias, como la Terapia Gestalt, de corte existencialista ... 

(Artículo completo en la revista)

 

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