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SINOPSIS DEL ARTÍCULO

lynne1La vergüenza en el diálogo terapéutico

Los primeros pasos que llevan a la terapia son con frecuencia dolorosos. Los pacientes comienzan la terapia con una mezcla de miedo y esperanza. Cuando la terapia se busca después de que hayan fracasado otros muchos intentos de resolver los retos a los que nos expone la vida, los pacientes ven la terapia como el último recurso y una sensación de urgencia invade todo lo que dicen.

Recuerdo la primera vez que busqué un terapeuta. Estaba en la universidad. Acudí por referencias a una clínica local. Le tuve que contar mi historia a un celador, que sólo entonces me asignó un terapeuta. Recuerdo que me sentí terriblemente avergonzada de mí misma en presencia del celador, cuyo comportamiento frío, reservado e impersonal aumentaba mi sensación de ser una persona de segunda clase. Pensé de mí misma que era una niña desagradable y mimada por el hecho de tener los problemas que me llevaban a la terapia. También me preocupaba que me despreciara, que creyera que estaba exagerando y que sintiera antipatía hacia mí. Incluso podría decidir que la terapia no tenía sentido en mi caso. Estaba tan atrapada en mi propia vergüenza y tan temerosa de su desprecio que durante toda la entrevista hablé monótonamente como si fuera un robot.

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